MANUSCRITO
Últimamente escribo poco porque leo mucho. A pesar de mi condición femenina, no hago ambas cosas a la vez: o leo, o escribo. Así soy yo. Lo que tiene de bueno esta especie de segregación de tareas es que cuando se termina con una, se empieza la otra con más ganas. Así, con cada cosa aprendida o cada interpretación de uno o varios personajes novelísticos, la tinta empieza a fluir para quedarse aquí, en el papel. Más privado y más mío porque es mi brazo biónico el que se queja de esta nueva manía que me ha dado con lo del manuscrito. A lo mejor, la culpa de todo la tiene mi forma de escribir. Me gusta apoyar fuertemente el bolígrafo contra el papel, para que no se me escapen las palabras y para que el trazo de mi letra no desvele la debilidad de mi pulso usualmente acelerado. Y claro, mis dedos le piden ayuda a mi muñeca que a su vez reclama potencia al codo que ya ha tenido bastante con su jornada de rehabilitación del día de hoy. Así que ahora mis...