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Mostrando entradas de diciembre, 2011

¡FELIZ NAVIDAD!

El año pasado rompí mi tradición del bailecito navideño, pero este año estoy rural y como mi Güeskonsin tiene mucho de eso, le doy su ambiente granjero y aquí les mando, señoras y señores, mi "felices fiestas" particular.  ¡Ustedes lo disfruten!:

SOLSTICIO EMOCIONAL

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Ayer escuché la siguiente frase en un anuncio de bombones: “La navidad es una época de emociones fuertes” y yo me pregunto ¿por qué?. Se supone que durante las navidades celebramos la época en que nació el supuesto hijo de dios. Bien, si hoy en día la fe católica (visita del papa mediante) se encuentra en decadencia ¿qué es lo que tanto nos emociona en estas fechas?. Ciertamente, es durante es ahora cuando aprovechamos para visitar a quien no visitamos normalmente, a reunirnos con la familia, a echar de menos con más fuerza, a celebrar comilonas de trabajo, de amigos, de amigas, de compañeros del cole, del gimnasio. Es como si quisiéramos celebrar la entrada del invierno con eventos especiales. Pero y ¿por qué no celebramos también la llegada del verano?. Sólo es ahora cuando, alrededor del planeta, se sucede esta especie de locura festiva. Quizá lo que realmente celebramos es el fin del año para darle paso al nuevo con diferente ímpetu. O a lo mejor simplemente utilizamos la excu

EL HOMBRE BUENO

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Gracias a nuestra cordobesa favorita Da. Jarttita , hoy me he acordado de un personaje recurrente en muchas comedias, películas y series televisivas románticas: “El hombre bueno”.   Desde el tipo bonachón o incluso un poco soso que pasa medio desapercibido hasta el antipático malvado que termina siendo en realidad el bueno.   Van aquí mis favoritos: Para empezar: Aidan (Sexo en Nueva York, 1998-2004).   Ese tipo machote y bonachón estilo príncipe azul que salva a la neurótica Carrie de sus altibajos emocionales, al menos durante un tiempo. Continuaré con el rey de los bonachones: el sin par Marc Darcy (El diario de Bridget Jones, 2001).   Con su archifamosa frase “me gustas tal como eres”, conquistó el corazón de nuestra querida Bridget y con él, el de más de una soñadora. ¿Qué decir del cornudo más buenazo de la pantalla?: Walter Fane (El Velo Pintado, 2006).   Un tipo soso y recatado que consigue domar a la pijita tonta y snob. Monsieur Cyrano de Bergerac representa el bue

BOIRA PRETA

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Ocurre aquí cerca que, cuando el frío llega pero el sol brilla, la rivera del ebro entra en una especie de fiesta de condensación y se hace la niebla que se extiende kilómetros y kilómetros por todo el llano, así, mientras en la hoya oscense estamos ocultos bajo el manto blanco de las nubes bajas, arriba, en la sierra y a tan sólo unos kilómetros luce el sol y las actividades de montaña se convierten en un espectáculo visual pues parece como si, de un salto, pudiese uno lanzarse a dejarse envolver por ese mar de algodón que parece cálido y complaciente.   Mientras, al otro lado, la atmósfera limpia y clara deja ver de cerca las cumbres más altas poco salpicadas por la nieve que este año se está haciendo esperar. Y así surgió el dicho de: “Niebla en la calle, ¡montañeros al valle!”.   Porque la niebla prieta aquí en Güeskonsin no es más que el preludio de un magnífico día de montaña

PEQUEÑAS COSAS QUE SE ECHAN DE MENOS

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Me levanté tarde tras apurar de diez en diez minutos el despertador. Apresurada, rendí cuenta del desayuno y con la taza todavía en la mano, cambié de habitación para buscar la vestimenta que me hiciera parecer la oficinista competente que todos esperan cada mañana y mientras elegía el jersey, por un instante, miré por la ventana. Allí estaba. Uno de esos amaneceres invernales con su cielo azul roto por nubes fucsias con pinta de chuchería de esas de kioscos para niños. De repente me di cuenta que echaba algo de menos. Extrañaba esos mismos amaneceres contemplados desde otro lugar, desde aquel ático frío y destartalado que únicamente tenía de bueno las amplias vistas a la ciudad y guara al fondo.  Era como tener un cuadro perpetuo de fondo fijo con colores y luces variables que invitaba a desayunar, comer y cenar al lado de la ventana, siempre con un paisaje que admirar. A veces, echo de menos las vistas desde el pens-ático.

¿QUÉ ME PASA, DOCTOR?

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Ayer viendo la tele sufrí lo indecible cuando me di cuenta de que, tiempo atrás, la información que los médicos daban directamente a los pacientes era más bien escasa. Como si, para entonces, resultara más humano mantener a un paciente grave en la ignorancia que darle la posibilidad de enfrentarse a sabiendas a su propia enfermedad. No creo que esa sea la mejor manera de mantener a un paciente tranquilo. Más que nada porque por muy tonto que se sea, el cuerpo es el cuerpo y ese sí que lo sentimos todos. Todos somos conscientes de nuestros cuerpos, de nuestros dolores, de nuestros malestares y difícilmente podemos engañarnos ante una enfermedad manifiesta. En el capítulo que vi ayer, Merche era diagnosticada de un cáncer de mama, pero el médico no se lo comunicó a ella sino a su marido. En 1980, por lo visto, los médicos mandaban a las pacientes al quirófano haciéndoles creer que les iban a realizar una pequeña intervención sencilla cuando lo que realmente iba a ocurrir, e

SOÑAR ES GRATIS

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El otro día leí atenta la extrañeza del sin par Pez Martillo acerca del soñar. Efectivamente, el hecho de soñar mientras se duerme puede resultar raro y más raro aún resulta saber que se está soñando. Y fíjense, nada de esto me parece casual. Pero hay una comparación posible que explique un poco mejor de dónde viene esa extrañeza: los recuerdos. Éstos también son producto únicamente de nuestra propia mente, la diferencia es que cuando los producimos somos conscientes y eso disminuye la extrañeza. No encontramos raro algo que ocurre durante nuestras horas de consciencia plena. Pues bien, resulta que los sueños no son más que un “reset” de los recuerdos. Digamos que nuestra mente, durante el sueño, se mantiene activa y durante su actividad realiza una selección de recuerdos (miedos, ilusiones, frustraciones, sentimientos…) para ordenarlos y colocarlos cada uno en su lugar correspondiente. Incluso dicen por ahí que, soñando, podemos llegar a resolver problemas (o al menos, visualizar