PEQUEÑAS COSAS QUE SE ECHAN DE MENOS


Me levanté tarde tras apurar de diez en diez minutos el despertador. Apresurada, rendí cuenta del desayuno y con la taza todavía en la mano, cambié de habitación para buscar la vestimenta que me hiciera parecer la oficinista competente que todos esperan cada mañana y mientras elegía el jersey, por un instante, miré por la ventana.

Allí estaba. Uno de esos amaneceres invernales con su cielo azul roto por nubes fucsias con pinta de chuchería de esas de kioscos para niños.

De repente me di cuenta que echaba algo de menos. Extrañaba esos mismos amaneceres contemplados desde otro lugar, desde aquel ático frío y destartalado que únicamente tenía de bueno las amplias vistas a la ciudad y guara al fondo.  Era como tener un cuadro perpetuo de fondo fijo con colores y luces variables que invitaba a desayunar, comer y cenar al lado de la ventana, siempre con un paisaje que admirar.

A veces, echo de menos las vistas desde el pens-ático.

Comentarios

Atlántida ha dicho que…
Siempre es posible recuperar ciertas cosas, de todas maneras cualquier amanecer me parece el relleno perfecto para una ventana.
La nostalgia, que nos mata a veces, pero bueno, quien sabe, a lo mejor en lugar de tu Pens-áticos acabas en el súper-pens-ático-con las mejores vistas de Wisconsin.
PENSADORA ha dicho que…
Tampoco tanta nostalgia Rebe, simplemente es que desde mi nuevo piso, no tengo las vistas de antes, pero no lo cambiaría: este tiene calefacción individual y eso, en una ciudad como esta, es imprescindible.

Así que cambio vistas por calorcito invernal!

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