CONFIANZA
Según el Diccionario de la Real Academia: “Esperanza firme que se tiene en alguien o algo”. Y si nos referimos a una persona: “en quien se puede confiar”.
Es decir, cuando conocemos a alguien y posamos nuestra confianza en esa persona, estamos manteniendo la firme esperanza de que es confiable y por lo tanto no nos mentirá, engañará o traicionará.
Siempre he pensado que es de buena persona el mantener un alto nivel de confianza en el prójimo. Yo misma soy una auténtica humanista desde el punto de vista no anatómico sino espiritual o metafísico y creo en el hombre de una manera casi ciega, que no inocente. Así, suelo posar mi confianza con facilidad aunque con cierto toque escéptico.
Todo esto no significa que defienda la idea de que haya que confiar a ciegas en todo el mundo y menos aún en aquellos ejemplares que engañan u omiten realidades para conseguir fácilmente aquello que de otra manera es difícil encontrar: la confianza. Hay hombres tan heridos y tan poco creyentes de sí mismos que buscan la aceptación de una manera equívoca ocultando sus auténticas realidades e intentando mostrar únicamente la parte de sí mismos que piensan pueda satisfacer a los demás, sin tener en cuenta que en realidad esto no deja de ser una mentira que tarde o temprano saldrá a la luz.
Se me ocurre que una persona merecedora de confianza habría de ser aquella que, no sin grandes dosis de sinceridad, es capaz de hacernos ver su verdad por dolorosa que sea permitiéndonos ejercer nuestra libertad de aceptarla o no. De esta manera, muchas veces se puede no conseguir el total de un objetivo pero sí una parte más acorde con la realidad de personas que establecen alguna relación sea del tipo que sea.
A mi entender, la confianza es la base de toda relación y bajo su manto sólo cabe la verdad y honestidad por encima de miedos y prejuicios. Al fin y al cabo, no deja de ser verdad que cuando se ama a una persona se hace en plenitud de conocimiento, es decir, con lo bueno y lo malo, siempre y cuando todo sea real.
Es decir, cuando conocemos a alguien y posamos nuestra confianza en esa persona, estamos manteniendo la firme esperanza de que es confiable y por lo tanto no nos mentirá, engañará o traicionará.
Siempre he pensado que es de buena persona el mantener un alto nivel de confianza en el prójimo. Yo misma soy una auténtica humanista desde el punto de vista no anatómico sino espiritual o metafísico y creo en el hombre de una manera casi ciega, que no inocente. Así, suelo posar mi confianza con facilidad aunque con cierto toque escéptico.
Todo esto no significa que defienda la idea de que haya que confiar a ciegas en todo el mundo y menos aún en aquellos ejemplares que engañan u omiten realidades para conseguir fácilmente aquello que de otra manera es difícil encontrar: la confianza. Hay hombres tan heridos y tan poco creyentes de sí mismos que buscan la aceptación de una manera equívoca ocultando sus auténticas realidades e intentando mostrar únicamente la parte de sí mismos que piensan pueda satisfacer a los demás, sin tener en cuenta que en realidad esto no deja de ser una mentira que tarde o temprano saldrá a la luz.
Se me ocurre que una persona merecedora de confianza habría de ser aquella que, no sin grandes dosis de sinceridad, es capaz de hacernos ver su verdad por dolorosa que sea permitiéndonos ejercer nuestra libertad de aceptarla o no. De esta manera, muchas veces se puede no conseguir el total de un objetivo pero sí una parte más acorde con la realidad de personas que establecen alguna relación sea del tipo que sea.
A mi entender, la confianza es la base de toda relación y bajo su manto sólo cabe la verdad y honestidad por encima de miedos y prejuicios. Al fin y al cabo, no deja de ser verdad que cuando se ama a una persona se hace en plenitud de conocimiento, es decir, con lo bueno y lo malo, siempre y cuando todo sea real.
Comentarios
Odio el engaño en general, pero sobre todo en las relaciones personales, porque el despreciable ser que engaña al otro lo deja atrapado en una red de dificil salida ya que a través de ese engaño lo deja sin derecho a decidir. Para mi el que engaña es el carcelero de nuestros sentimientos. Ojo, no estoy hablando de la mentirijilla piadosa que a todos se nos ha ocurrido contar alguna que otra vez para salirnos con la nuestra, sobre todo al principio de las relaciones cuando inconscientemente mentimos para impactar, o bien exageramos todos nuestros "supuestos" puntos fuertes o bien intentamos tapar ver los que creemos puntos debiles.
Ahora el que miente profundamente intentando sacar partido del otro es un pobre ser, tan misero que necesita eso MENTIR PARA OBTENER.
Lo lógico y bonito sería la sinceridad siempre, pero en el mundo en que vivimos, ainssss ....
.... nunca sabemos por donde, quien, como nos la van a dar.
Con el tiempo los palos nos van volviendo viejos zorros Y ES UNA PENA PERO VAMOS DESCONFIANDO.
SU HONORABLE MAJESTAD LOLINDIR: Seguir creyendo en la bondad del hombre es apostar por la libertad y por consiguiente confíar en la esperanza, atributo que espero sigamos teniendo unos cuantos en nuestro haber. El tema de la lealtad hacia uno mismo es otro capítulo que ya se está cociendo.
Saludos y abrazos a los dos.
Yo de todas formas, desconfío de aquellas personas que se vanaglorian de decir siempre la verdad...prefiero a asertividad y elegir los momentos o lugares para decir segun que cosas
Una persona asertiva es precisamente aquella que sabe decir la verdad con conocimiento de sus consecuencias y con una inteligencia suficiente como para atenerse a ellas. De esta manera la persona asertiva se mantiene en esa posición privilegiada de no ser traicionada ni traicionar consiguiendo la mayor parte de las veces sus objetivos.
Cuando hay dos verdades, estas han de ponerse en común y desde luego, no hay una verdad absoluta pero la cuestión es no omitir cosas por simple interés. Las informaciones en una relación tanto pasional como filial o fraternal han de ser bidireccionales.
Saludos.
También opino que hay que mojarse un poco si uno desea calidad en sus relaciones y sin necesidad de juzgar, opinar, aconsejar o simplemente confiar para conocer o darse a conocer.