El postureo motivador

Suelo burlarme de esa gente que me encuentro por el monte ataviada de cabeza a punta de dedo gordo con el último grito en equipo de Trail, la cámara en la cabeza como si fuera un frontal y el palo de selfie con el móvil en la otra mano. A parte de resultar una imagen la mar de cómica y ridícula, lo cierto es que semejante despliegue también tiene su peligro pues no es lo mismo correr por el parque que en una cresta a tres mil metros de altitud con un abismo de unos quinientos metros bajo los pies (imagen habitual en el archifamoso “Paso de Mahoma” en el Aneto). Sin embargo, he de admitir que, una vez finalizada una actividad, resulta gratificante compartir el logro. Es más, el hecho de pensarlo mientras una está currándose una montaña o mientras suda la gota gorda corriendo, da fuerzas y ganas de continuar. Lo mismo que pensar en un buen chuletón y en una jarra de medio de cerveza.