La vida ejecutiva “rural” tiene el inconveniente de que, a veces y sólo a veces, obliga a desplazarse y asistir a reuniones, seminarios y otros eventos. Siendo “rural”, se han de preparar estas citas con algo de antelación y así surge la primera incomodidad: hay que “dar imagen” y, como representante empresarial, enfundarse en el correspondiente e incómodo modelito con tacón incluido (eso por ser fémina, en el caso opuesto lo de la corbata también tiene su qué). Otra incomodidad aparece cuando, tras unas cuantas horas de viaje en posición sentada, hay que sentarse de nuevo: bien para debatir o negociar, bien para atender las ponencias que correspondan a la ocasión sean éstas interesantes o no. Pero la gran incomodidad, la magna incomodidad ejecutiva tiene un tinte escatológico pues, cuando hay que pasar el día entero sentado, rodeado de gente y concentrado en atender o que te atiendan, lo de las flatulencias puede resultar un auténtico infierno. Sin posibilidad de alejarte, abri...