COTA TRESMIL


Dice la leyenda que el Pirineo, antes de convertirse en montañas, era tierra de gigantes que se fueron depositando a lo largo y ancho del territorio y al petrificarse se convirtieron en las moles de más de tres mil metros que coronan tan bella cordillera. (Me lo acabo de inventar, ¿a que es majo?).

La realidad es que los que gustamos y disfrutamos del pirineismo encontramos el cúlmen de nuestra actividad en las ascensiones a las más altas cimas. Los hay que incluso hacen una especie de coleccionismo pues hay más de doscientos picos a partir de los tres mil metros para subir. Y los hay que no se conforman con una cumbre, buscan encadenar varias en el menor tiempo posible.

Yo siempre he sido más amiga de las rutas sencillas y cómodas, pero si de paso me encaramo en una cumbre de las más altas, pues mejor y admito que el sumum del placer pirineista es la visión del paisaje desde lo más alto, allí donde lo siguiente sería el vacío.

Hacía muchos años que no me prestaba a una actividad semejante. Por mi salud, contuve durante un tiempo mi actividad montañera y poco a poco fui regresando hasta que hace unos días volví a pisar y rebasar la mítica cota “tresmil”. ¡Hurra!.

Comentarios

Atlántida ha dicho que…
Enhorabuena, tengo una amiga que me recuerda mucho a ti, hace un par de años conoció un chico y desde entonces se pasan el fin de semana escalando montañas, siempre dice que la mejor sensación es llegar a la cima y yo digo que la montaña tiene un no sé qué que atrapa, aunque yo siempre miro las cosas desde los valles.
PENSADORA ha dicho que…
Gracias niña!

Efectivamente, la montaña atrapa. Mi chico ha empezado a "montañear" conmigo y dice que ya se ha envenenado y sólo puede pensar en la próxima cima.

Anímate mujer, todo es ponerse y no hace falta subir el pico más alto para disfrutar de la montaña. Hay parajes preciosos que sólo requieren un esfuercito... ¡buscalos! verás lo divertido y gratificante que resulta.

Un abrazo.

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