Fluir


Depresión otoñal…

Ansiedad primaveral…

En estos tiempos en que todo ha de tener una explicación científica, nos encontramos con esos nombres o formas que deseamos darle a las sensaciones que nos inundan cuando, por ejemplo, cambian las estaciones. Incluso en los lugares donde no hay estaciones, existen otros tipos de cambios como por ejemplo los monzones que distinguen épocas secas de épocas húmedas.

Resulta que estamos tan sumamente alejados de nuestra naturaleza animal y de nuestra inevitable e innegable conexión con el universo y sus energías, que necesitamos nombres patológicos para explicar lo que en realidad no son más que ajustes que nuestros cuerpos experimentan frente a los cambios ambientales que les afectan, entendiendo ambiente como parte componente de nuestro hábitat.

Así es habitual que nuestro cuerpo se regule ante la llegada del frío y, al estar expuesto a menos horas de luz, disponga de menos energía y por lo tanto la demanda de descanso aumente sintiéndonos decaídos y somnolientos. Al contrario de lo que ocurre con la llegada del calor, momento en que nuestro cuerpo se ha de ajustar a mayor cantidad de luz y por tanto de energía, demandando mayor cantidad de actividad que de no ser satisfecha se puede convertir en eso que llamamos ansiedad pero que en este caso no es otra cosa más que nuestro cuerpo pidiendo “marcha”.

Así que lo suyo sería atender las demandas de nuestros cuerpos, descansar o activarse cuando lo piden. Amiguitos internautas: dejémonos fluir y no le demos más importancia que la que tiene. Disfrutemos de nuestra condición animal y prestémonos gustosos a las demandas de nuestra naturaleza.

Palabra de Pensadora.

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