Como una cría

Si hay una cosa que echo de menos de la juventud es esa capacidad de sorpresa continua no sólo porque todo sea nuevo, sino también porque una está más predispuesta a disfrutar de las cosas sin prejuicios y sin miedos.


El otro día me ocurrió que durante uno de esos paseos vespertinos míos comencé a tirar fotos con el móvil así sin querer.  No me daba cuenta pero había algo en la atmósfera… algo en el ambiente que parecía querer ser inmortalizado.




Al repasar las fotos me di cuenta de que no era otra cosa más que la luz.  Esa luz de atardecer caduco, vetusto.  Una luz quemada que los campos agostados atraen hacia sí prestando al ambiente un haz de paz, de final, de calma.

Terminé saltando como una cría.  Como si fuera la primera vez que las últimas luces de verano me sorprendieran un día cualquiera de septiembre.

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