La maleta

Siempre tengo miedo de que me pierdan las maletas. Imagino cómo solucionaría mis vacaciones si en un vuelo tonto mis maletas llegaran a Toronto en lugar de ir a Fez, por ejemplo. Nada es totalmente necesario y todo lo que cabe un una maleta puede ser sustituido o repuesto ¿verdad?. Lo cierto es que sí, pero todo, como siempre, tiene “un pero”. Al abrir el maletero me fijé en mi mochila de montaña y decidí que la subiría al piso junto con la maleta y así tendría todo a mano para mañana, tanto si había monte como si había ciudad. A la vez que lo pensaba, un frío me recorrió la columna y miré hacia Bonito del Norte esperando una confirmación de mi temor. No hablaba, sólo estaba blanco mirando el maletero como quien divisa un fantasma. Entonces pregunté “¿y mi maleta?”. Mi maleta se había quedado cerrada y preparada encima de la cama. Intenté ser racional, ya nada se podía hacer. La maleta no iba a venir sola y tampoco podíamo...