Mi primera carrera popular
Ver a Bonito del Norte vestido de rosa era como ver un tocinito
volando, pero ahí estaba él, uno más de las mil quinientas personas que nos
íbamos situando en la salida que nos habían preparado. Con sus hinchables, como en la tele.
Me dediqué a mirar alrededor mientras Cuñado y Bonito del
Norte (a partir de ahora: “guardaespaldas”) buscaban posición. Me fijé en los culos más gordos que el mío
pensando que esos serían los que en seguida adelantaría, me fijé en los culos
mucho más delgados que el mío pensando que serían esos los que pronto me
adelantarían y sobre todo me fijé en los culos más estrechos que el mío pues
esos serían a los que yo seguiría. Así
hasta que dieron la salida y aquello se convirtió en un extraño desfile de
panteras rosa recorriendo las calles más antiguas de la ciudad.
Durante esos primeros minutos vi como los culos más gordos,
más delgados y más estrechos (es decir, todo el mundo) me adelantaban, excepto
los de mis guardaespaldas que al cabo de tres calles ya se habían situado
cómodamente a mis flancos y me llevaban al estilo estrella pop. Sólo les faltaban unos auriculares y gafas de
sol para haber dado el pego total.
Corría mientras miraba delante y detrás, a un lado y a otro
pensando en cuántas de esas personas que me rodeaban se habían visto alguna vez
en el mismo brete que yo hace once años.
O cuántas de ellas habrían tenido que llorar a alguien cercano. Me emocioné cuando pensé que muchas de ellas
ni siquiera eso, sólo estaban allí para apoyar.
Levanté la cabeza y de repente me encontré adelantando gente. Todos esos culos chulos que me habían vacilado
al principio iban quedando atrás y, mientras atravesábamos la ciudad fuimos creando
un pequeño grupo de superhéroes compuesto de una superviviente y sus
guardaespaldas, una añadida y una liebre con forma de muchacho adolescente que
sin querer tiraba de todos los demás.
Fuimos haciéndonos gracias para animarnos soltando alguna frase corta
que no nos cambiara el paso ni la respiración hasta que enfilamos el último
kilómetro.
“Cuando vea la meta haré un sprint”, pensé. Pero no sé por qué extraño mecanismo nervioso
en ese mismo instante mis piernas, todas largas ellas, empezaron a dar zancadas
haciendo caso omiso de mis pulmones que chirriaban a todo gas como un coche
viejo y así hasta unos cien metros antes de la meta cuando fue la boca del
estómago la que se me puso por corbata poniendo al resto del organismo recto y
haciéndome bajar el ritmo para entrar triunfante y casi caminando en una meta
con mucho más significado del esperado.
Así viví ayer mi primera carrera popular. No podía ser otra.
Comentarios
Enhorabuena por esa superación campeona!!!
SILVIA, estoy segura de que muchos de los que me rodeaban se sentían como tú y eso, a una que es tontita, le emociona.
Lo cierto JM es que si te paras a pensar bien, más valen 10 eurillos seguros que los millones que sabemos nunca podremos controlar. Es más fácil apoyar y ayudar de la manera que se pueda y resulte más efectiva y esto, por mi experiencia, te digo que ayuda más que los sobres del Bárcenas de los c*j*n*s.
Salud, orujo y gracias a tod@s!
S-A-L-U-D (Yo pongo el orujo cuando pase por Huesca camino de Vió. Adonde volveré un día, sí o sí)
Si quieres nos lo tomamos en Vio ;=)