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Mostrando entradas de diciembre, 2014

Chin-Chin

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Ha sido un año rápido.   Ha sido un año tan emocionante y veloz, que casi me parece que todavía no ha pasado cuando ya me encuentro presta a despedirle. Queridos Internautas, pasen ustedes una feliz noche que sea resumen de todo lo bueno que se lleven del caduco 2014 y pasen también un hermoso día de mañana como preludio de un 2015 claro y sereno. Palabra de Pensadora.

El ataque de las "marujo-nurses"

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Llego al Centro de Salud unos diez minutos antes de que comiencen las extracciones tal como me aconsejó mi médico y mi propia experiencia de muchos años dicta.  Hay poca gente y me siento a esperar volante en mano mientras contemplo cómo las marujo-nurses con sus peinados de peluquería y sus relojes y pulseras de oro entran, salen, van y vienen atendiendo a una criatura de unos once años que tiene miedo a las agujas. Me llaman.  Atravieso la sala infestada de marujo-nurses moviéndose de un lado a otro.  Veo un espacio medio vacío que supongo será donde debo colocarme: una silla con una diminuta mesa preparada para la sangría,  separada por un biombo del otro cubículo donde se encuentra la niña rodeada de señoras de bata blanca hablando muy (demasiado) alto y convirtiendo el lugar en un gallinero donde es imposible que una niña y no digamos una adulta, se puedan relajar.  En estas aparece una marujo-nurse desde detrás del biombo,  doy por sentado que será la persona que me p

Sidonie - Nuestro Baile del Viernes

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Esta la bailaré mañana...

Cajón maldito

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El viento del norte, ese cierzo traidor y agotador que se inmisculle en todas las conversaciones y congela intenciones, resuena contra las paredes del edificio como si las sembradoras que trabajan estos días en el campo se estamparan contra la ciudad.  Casi no se oye el despertador, pero ahí está, dando mal y recordando que hoy es día de trabajar así que arriba los corazones. Me desperezo pegando la nariz a la ventana a ver si por alguna casualidad extraña el viento es más caliente que ayer pero casi se me duerme el olfato y las banderas del edificio de enfrente siguen ondeando orgullosas desplegadas en máximo esplendor.  Definitivamente hace frío.  Habrá que abrir el cajón maldito. Bufandas, gorros y guantes me saludan sonriendo con sorna a sabiendas de que les tengo sólo por cuestión de salud y nunca por gusto.  Saco el único gorro que aún medio me sienta bien, los guantes de piel que pronto habrá que jubilar y la bufanda de lana negra.  Salgo a la calle maldiciendo