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Mostrando entradas de 2017

La nueva fotografía

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¿y esta foto la he hecho yo? Laguna Wilkacocha, Huaraz (Región de Áncash, Perú) He de admitir que me costó actualizarme cuando se pusieron de moda las cámaras de fotografía digitales y más cuando se empezaron a incorporar en los teléfonos móviles.  Cosas que, en principio, me parecían inútiles.  Además me las figuraba como armas que destruirían el verdadero arte de fotografiar. La realidad, como siempre, me engulló y resultó que el arte de fotografiar creció y se extendió produciendo nuevas tendencias, aumentando y mejorando las posibilidades de quienes saben hacer fotografía y arte con ella.  Así que un día me encontré con mi primera cámara digital y de repente, la cantidad de fotografías en mi haber creció y se multiplicó hasta el día de hoy en que no sabría calcular cuántas fotografías tengo guardadas. Resulta que la facilidad para fotografiar se me está volviendo en contra y llegado este momento, me pregunto cómo hacerlo para seleccionar y guardar sólo aquellas foto

Viajar o posturear

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Como suele pasar desde hace muchos años ya, el amigo Pez Martillo me ha inspirado con su post “viajeros” en el que pone palabras a una sensación que yo misma he tenido alguna vez: la de que no es necesario viajar lejos ni “posturear” para encontrar novedad, sensaciones fuertes o divertirse. Sin embargo, he de admitir que a mí me encanta viajar y cuanto más lejos mejor.  Me encanta la sensación de novedad, de exotismo, de aprendizaje.  Cuando me lo puedo permitir, viajo al extranjero y son muy pocas las veces que me he decepcionado de un lugar y más de una las veces que un lugar me ha calado tan profundo que le recuerdo habitualmente haciéndome suspirar (mis asiduos recordarán mi profundo amor por Islandia).  Una de las sensaciones que más me gustan de viajar es el momento del aterrizaje, cuando veo una ciudad diferente desde arriba y puedo empezar a imaginar las diferencias culturales gracias a las distribuciones de las calles, los tipos de construcción de los edificios…  N

La crisis de la burguesita

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Llevo una temporada enfrascada en una especie de aburrimiento generalizado. No es que me aburra porque no tenga nada que hacer ni con qué divertirme o entretenerme, las horas del día pasan voladas entre trabajo, deporte y estudio. La cuestión es que me he dado cuenta de que, acostumbrada a vivir en una crisis continua como fue mi vida a los treinta, ahora me encuentro en una cómoda situación en la que más o menos vivo bien.  No me falta nada de lo realmente necesario para vivir e incluso puedo darme algún capricho más de vez en cuando que antes.  Y entonces ¿qué pasa? Me da en la nariz que tengo una especie de “complejo de María Antonieta” que me ha convertido en inmune a las preocupaciones reales y cotidianas, obviándolas y convirtiéndome en la típica burguesa desinformada y entregada a la “buena vida” sin interés, anodina y falta de emoción.  No hablo de tristeza ni de depresión.  No hay ningún problema.  Sólo hago una reflexión y me comparo con esa clase burguesa a

Canción de amor para un vampiro

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Ayer me entró un extraño ataque de inspiración cuando en la radio sonó “here comes the rain again” de Eurythmics y de repente recordé aquella época dorada de Annie Lennox durante la que grabó en solitario una canción que (no sé bien por qué) me gusta mucho y se llama “Love song for a vampire” que formaba parte de la banda sonora de la película “Drácula” dirigida por Coppola en 1992. Aquella versión de la historia del famoso vampiro siempre me ha gustado, de hecho, la he visto unas cuantas veces y nunca me canso.  La estética, la fotografía, el enfoque de la historia y lo guapísimo que está Gary Oldman cuando conquista a Umma Thurman, cada uno bordando sus personajes. Será que echo de menos alguna parte de mi juventud (no toda, os lo aseguro), pero lo vetusto últimamente me inspira más que lo moderno.  Nada de lo nuevo sacia mi apetito de belleza y no estoy segura de quién tiene la culpa: si yo misma y mis gustos o el sigo XXI este que últimamente se me antoja decadente y

La mierda, con mierda sale

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Llevan ya casi más de un mes los opositores de Maduro luchando en las calles en una extraña guerra callejera sin ejércitos pero con muchas vidas sesgadas.  Nada nuevo, nada que no haya ocurrido ya en tantos países del mundo que sufrieron los estragos de la dictadura.  Son muchas las maneras que utilizan los manifestantes para contrarrestar la represión que sufren.  Y sobre todo son muy imaginativas pues, sin disponer de armas, muchas veces consiguen hacer retroceder a las tanquetas de la policía nacional esa que tan poco hace por su país.  El otro día lo consiguieron a base de pintura tirando globos llenos de ella que impactaban directamente en los parabrisas de los vehículos impidiendo la visión y obligándoles a retroceder y estos días la convocatoria consiste en arrojar mierda, sí señoras y señores, deposiciones humanas envasadas y arrojadas a tanquetas y agentes. ¿Sienten asco? ¿sí?  Pues Sepan ustedes que no es la primera vez que un pueblo utiliza las heces como

Una época, un momento… una canción: Bryan Adams, “Summer of the 69”

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Otoño de 2006.  Feria de la Cerveza en Stuttgart, Alemania.  Una joven pensadora recién ascendida a jefa de su departamento se encuentra alucinando con la capacidad tragadora de sus compañeros de viaje, todos homónimos de otras ciudades. La fiesta se encuentra en apogeo.  La orquesta hace poco ha dejado las polcas por la Macarena en honor a la chica española de la mesa ciento y pico y los compañeros, deshinibidos, bailan alrededor de la mesa formando un trenecito que termina alcanzando una magnitud seguramente histórica para la ciudad.  De repente, suena “Summer of the 69” y por un segundo todo se detiene como introducción al estallido de euforia general que culmina con todo el grupo de españoles subidos a las mesas gritando el coro de la canción en un perfecto “spaninglish” que hace las carcajadas de las miles de personas congregadas en aquella enorme carpa que hoy recuerdo con tremendo cariño…

Robert Plant: pura elegancia en el Cruilla 2016

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Los viejos rockeros nunca mueren* De quienes me leen es sabido que no perdono un viaje y al menos un corcierto cada año.  El pasado 2016 a pesar de haber sido el año en que nos abandonaron tantísimas figuras de las artes escénicas, para mí resultó bastante prolífico y pude disfrutar de unas cuantas actuaciones en directo de las cuales la de Robert Plant en el Festival Cruilla de Barcelona fue la que más me gustó y de la que guardo el mejor recuerdo. Fue una noche mágica, con actuaciones de mucha talla como las de Snarky Puppy o Alabama Shakes.  Pero la elegancia y las tablas de un artista como Plant le convirtieron, como ya era, en el cabeza indiscutible del cartel de una noche que no olvidaré.  Tan pronto como apareció por el escenario, su sola presencia creó una atmósfera de elegancia, paz y buen rollo que no me habría esperado a sabiendas de la contundencia de la banda que le acompañaba y de la forma de desarrollar las canciones que tiene este hombre, gran abanderado

Una mujer feliz

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Haciendo repaso de mi año 2016 he llegado a la conclusión de que otra vez y a pesar de algún que otro traspiés, ha sido un año en general feliz.  El mantener un trabajo fijo que más o menos me agrada a pesar de los malos ratos y el estrés normal de un puesto de responsabilidad, tener una pareja estable y amable, una familia funcional y la capacidad de agradecerlo todo me ha convertido en la mujer feliz que ahora escribe aprovechando un hueco tonto en pleno horario laboral. Por supuesto que lloro, me enfado y me siento desgraciada más de una vez al mes pero también río y me lo paso bien a menudo lo cual me hace concluir que mi felicidad no es sólo una cuestión externa que me conceda el hecho de tener la suerte anteriormente citada, sino que internamente he conseguido una dosis de humildad suficiente para poder mirar atrás y entender que todo el camino recorrido hasta aquí es parte “contratante” de mi felicidad y que ésta no es sólo un estado anímico sino una consecuencia de l