Entradas

Mostrando entradas de junio, 2015

Los tejados de Dubrovnik

Imagen
Y luego me quejo de que se me va el mayo cuando lo  cierto es que me lo he comido a medias con Bonito que me acompañó a callejear por esta ínfima ciudad mediterránea que, hoy en paz, acaba de sobrevivir a una de las peores guerras del siglo pasado que se extendió incluso a principios de este. Esta es la manera de conocer Dubrovnik.  Subir y bajar las escaleras salpicadas de faroles que hacen la veces de carteles y callejear sus callejones salpicados de plazas grandes y pequeñas atesorando rincones que invitan a detenerse y escuchar. Y luego el atardecer.  De esos de disfrutar en la calle y sobre ella.  Respirar aire marino.  Observar las aves contrastar sobre los azules de mar y cielo.  Dejarse seducir por los tejados naranjas coquetos como nadie... Lo mejor de Dubrovnic: sus tejados naranjas en perfecta combinación con el azul del planeta.

Otro mayo cualquiera

Imagen
Y se me escapó el mayo otra vez.  Segunda consecutiva y sin poder recuperarlo oiga, porque mayo es tiempo y el tiempo nunca se recupera: se pierde o se gana, tal cual. El tiempo pasó sin poder (ni querer en realidad) contarlo, pero una aquí sigue.  Cabezona.  Empeñada en escribir aunque sea de vez en cuando y aunque sea poco y mal.  Porque hay cosas que contar y poco tiempo que dedicar, pero las ganas son y siguen. Continuará…

Alegría

Imagen
Al acercarme a la cola del súper me sentí molesta pues tenía delante una chica con un carro rebosante y una anciana con pinta de lenta.  Y yo tenía prisa. Llegó el turno de la anciana y la cajera le llamó por su nombre.  Alegría sonreía mientras giraba la cabeza hacia un lado poniendo el oído derecho dirigido a la voz que le sugería el importe a pagar.  Y siguió sonriendo mientras le pedía a la cajera que alguien le acompañara a buscar una cosa que no se acordaba como se llama pero que si la veía, lo sabría.  Y llamaron a otra muchacha que tomó el brazo de Alegría para acompañarla en busca del producto fantasma.  Sonreían ambas mientras se alejaban de la caja donde yo, inevitablemente, había empezado a sonreír olvidando todas las prisas. Gracias Alegría por alegrarme el día.