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Mostrando entradas de noviembre, 2011

HIJA MÍA, SI TE ARREGLARAS...

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He de admitir que me gustan los canales de mujeres. Si, si: Divinity, Cosmopolitan… ¡huy! Sólo conozco dos y sólo uno es en abierto. Vale. Me gusta el canal Divinity. Hasta cierto punto. El punto está en las películas esas que se hacen especialmente para tele y que suelen poner en todas las cadenas los fines de semana por la tarde (arrrgg), pues en el Divinity te las ponen como estreno de la semana en “prime time” de ese (aaarrrggg). Pero por lo demás, resulta entretenido haberme aprendido ya de memoria todos los diálogos de Sexo en Nueva York, como cuando estudiaba, a base de repeticiones. Y lo mejor: los programas sobre belleza femenina, al estilo “cambio radical”. Hay un programa muy gracioso que consiste en que una mujer se presenta ante un jurado que la pone verde. Tras las críticas del jurado, el programa pone a su disposición un súper equipo de expertos y le hacen un peeling facial, le ponen unas “carillas” (entrecomillado porque todavía no entiendo muy bien qué es eso) en los

ME GUSTAN LOS PROBLEMAS

Me gusta la figura del Ave Fénix. Eso de resurgir de las cenizas y hacerse con ello más fuerte. A mí me parece que es a través de las caídas, de los cambios… en resumen: de los problemas, de donde se saca lo mejor de cada uno. Y es que la calma aburre.

PELEA, PELEA!

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No me planteé ver el famosísimo debate inter-candidatos presidenciales, pero en un momento de debilidad y corte publicitario de nada que estuviese disfrutando realmente… pequé. Lo que me encontré me recordó a esa típica pelea de patio de recreo: “porque tú dijiste”, “él me dijo”, “tú hiciste”… Y yo les pregunto a nuestros candidatos: ¿Qué VAN a hacer?. Lo poco que ví fue un intercambio de culpas, una lanzadera de trapos sucios a destajo y nada de visión de futuro, de poner sobre la mesa los programas políticos y defenderlos, cada uno el suyo. No me pareció un debate político, me pareció una pelea de niños. Lo que yo espero de un debate de estos es que cada uno presente sus ideas y las defienda, que cada uno explique lo que va a hacer y cómo. Que cada uno rebata al otro hasta que los electores podamos decidir qué partido hace la mejor propuesta y encontrar un motivo para ir a votar con seguridad y convencimiento de lo que se está haciendo. Lo que no espero de un señor que vaya a lid

BUSCANDO BELLEZA ME ENCONTRÉ...

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Primero una película: “El árbol de la vida”. Ya había leído alguna crítica que la ponía como … digamos… “difícil de ver”. Yo diría que más que una película, se trata de una amalgama de imágenes y textos entremezclados que, a diferencia de las películas habituales, no siguen una lógica simple. Se trata más de una sucesión de fotogramas hermosos, acompañados de música bonita y algún diálogo tirando a poesía que intentan contar una historia que en todo momento se queda como inconclusa. Como suele ocurrir con esto del arte, para entenderla, hay que quitarse las ganas de entender y simplemente dejarse llevar como si se tratara de una danza en la que es el propio film quien guía nuestros pasos. Al final, resulta que no hay final, de la misma manera que no hay principio. Al menos no tal y como solemos esperar de cualquier película. Ya lo dicen los críticos: “no deja indiferente”, tanto si te gusta como si no. Luego, una canción: “There’s something in the water” de Brooke Fraser. Por lo vist

PALABRAS MAL DICHAS... ¿O MAL INTERPRETADAS?

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La mayor parte de los grandes malentendidos que se producen entre las personas suelen tener una connotación más psicológica y dependiente del estado de ánimo de los interlocutores que de una causa original lógica u objetiva. O esto es lo que se me antoja a mí. Uno puede hacerse responsable de lo que dice, pero no de lo que otros interpretan y aquí está la causa de esos malentendidos y casos de “dimes y diretes” que tantas discusiones producen y que tan mala solución tienen. Dependiendo de nuestro estado de ánimo o situación psicológica, podemos interpretar mejor o peor, más o menos objetivamente lo que nos dicen. Así, si uno tiene el día malo, una simple pregunta o una respuesta que no casa con lo esperado, puede convertirse en una afrenta innecesaria. Vale la pena entonces, intentar buscar una situación objetiva antes de dar por interpretado algo. Evitar esos “me da la sensación” o “parece que” y cambiarlos por “he entendido esto… ¿me equivoco?”, porque no es difícil equivocarse c