Viajar o posturear
Como suele pasar desde hace
muchos años ya, el amigo Pez Martillo me ha inspirado con su post “viajeros” en
el que pone palabras a una sensación que yo misma he tenido alguna vez: la de
que no es necesario viajar lejos ni “posturear” para encontrar novedad,
sensaciones fuertes o divertirse.
Sin embargo, he de admitir que a
mí me encanta viajar y cuanto más lejos mejor.
Me encanta la sensación de novedad, de exotismo, de aprendizaje. Cuando me lo puedo permitir, viajo al
extranjero y son muy pocas las veces que me he decepcionado de un lugar y más
de una las veces que un lugar me ha calado tan profundo que le recuerdo habitualmente
haciéndome suspirar (mis asiduos recordarán mi profundo amor por
Islandia). Una de las sensaciones que más
me gustan de viajar es el momento del aterrizaje, cuando veo una ciudad
diferente desde arriba y puedo empezar a imaginar las diferencias culturales
gracias a las distribuciones de las calles, los tipos de construcción de los
edificios… Nunca olvidaré la sensación
que me inundó al ver Venecia por primera vez y desde el aire, era tan pequeña y
encantadora que parecía estar encerrada en una bola de cristal de esas que
venden por ahí como souvenir.
Otra cosa es el postureo
viajero. Hoy en día, afortunadamente,
resulta más fácil y asequible viajar pero, desafortunadamente, esto ha
convertido el viajar en una moda como quien se compra unos pantalones pitillos
de esos que no dejan respirar. Uno se
los compra, sí, pero no porque gusten ni para disfrutarlos, sino porque el
resto lo hace para después, colgar la foto en redes sociales y olvidarnos de lo
que realmente importa, que es disfrutar y aprender de cada viaje.
El peor y más desafortunado
ejemplo de postureo viajero que he visto nunca fue el que contemplé en
Austwitz, cuando casi arremeto contra una turista que sin ningún pudor se
dedicaba a hacerse selfies sonrientes ante montañas interminables de cabello
humano o expositores de ropa de bebé que correspondían a los millones de
personas que fueron asesinadas allí.
Creo que jamás olvidaré escena tan terriblemente dantesca y creo que ese
fue el día que entendí que existen muy diferentes tipos de viajeros y turistas.
Lo malo de posturear es que
se pierde la magia del viaje, porque os puedo asegurar que no es lo mismo
contemplar el atardecer del Wadi Rum en Jordania ocupado en hacer mil
fotografías, que tumbado en la arena con un té en la mano sin otra preocupación
que contemplar la estampa y sentir la cálida energía del desierto que una vez
pisó el mismísimo Lawrence de Arabia.
Por fortuna o desgracia, cada vez
somos más los viajeros y más los destinos, antes cerrados al turismo o
desconocidos, que se abren ante nosotros.
La cuestión es elegir qué tipo de viajero quieres ser y entender, de
conciencia, que el mundo está allí para contemplarlo y si apetece, intentar
comprenderlo dejando la mínima o nula señal de nuestro paso.
Comentarios
PD: lo de Auschwitz tiene tela, pero para escena dantesca tendrías que haber contemplado la siesta de resacón que me pegué en los jardines de Versalles...
https://www.youtube.com/watch?v=9LJF33JS3nI
Totalmente de acuerdo contigo Pez Martillo!!
¡Salud!