IMPOTENCIA
Se dice por ahí que “las desgracias nunca vienen solas”, que el único problema no solucionable es la muerte y también he escuchado que la peor de las desgracias es la muerte de un hijo.
Cuando todos esos factores se unen atacando a una misma unidad familiar una y otra vez, a una no le queda más sentimiento que la impotencia. Impotencia al pensar que nada se puede hacer, impotencia porque no depende de nadie el cómo se desarrollan según qué acontecimientos e impotencia por saber que lo fortuito está allí al acecho y que, lamentablemente, la fortuidad tiene el terrible defecto de no avisar, de no permitir el mínimo resquicio de esperanza.
Que me disculpe el resto de la humanidad pero para hoy y próximos días reservo mi corazón para una parte de mi familia que, aunque lejana en lo geográfico y consanguíneo, permanece muy cercana en lo afectivo.
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Ánimos.