UNA TARDE CUALQUIERA
Comencé a caminar con desgana, como quien se obliga a hacer algo sólo porque sabe que está bien y no por verdadera apetencia.
Los pequeños bafles adaptados en mis oídos comenzaron a susurrarme cosas que sólo yo entendía y nadie podía escuchar. Así, poco a poco y casi sin querer, comencé a acelerar el paso hasta adentrarme en los campos de las afueras de la ciudad cuando, de repente descubrí que la luz del atardecer me brindaba un paisaje conocido pero casi olvidado. Tanto que fue como una hermosa primera vez, llena de sorpresa y emoción.
Mientras los campos de cereal se meceaban a las órdenes del viento, la silueta de la minúscula ciudad arropada por la sierra recortando el horizonte, me recordó que la primavera siempre llega, tarde o temprano.
Con lágrimas de emoción comencé a trotar ligera para celebrar que aún queda sensibilidad para disfrutar y que haga bueno o malo, siempre podré alegrarme y llorar ante la belleza que, encantadora ella, me tiene manía persecutoria y allá donde voy se presenta sin llamar.
Comentarios
Besos.
Un saludo.
Laura: la imagen no es mía, pero se parece bastante a lo que ví.
Techniman: gracias, lo intentaré.
Jarttita: una pena que no todo el mundo pueda, igual las cosas irían mejor.
Rebeca: Nos lo tenemos que hacer mirar... jejeje!
Salud!
muakkkks