Del trauma al cambio


Según la RAE, la palabra “trauma” proviene del griego y en su origen significaba “herida”.  Su definición es clara, inequívoca e incluye la variedad que más se utiliza en nuestros días: “Choque emocional que produce un daño duradero en el inconsciente”.

Cuando pensamos en un trauma, significado biológico-médico aparte, lo primero que pensamos es en un hecho doloroso que produce, tal y como la RAE también define, una “emoción o impresión negativa, fuerte y duradera”.  Muchos son los hechos que nos producen traumas, desde insignificantes hasta significativos.

Llevo un par de días pensando en cómo darle otro sentido a la idea del trauma.  Ocurre que últimamente y dada mi experiencia, personas conocidas y no conocidas que se enfrentan hoy en día a un cáncer ya sea en su propia piel o en la de otros, acuden a mí en busca que algún tipo de consejo o simplemente para conocer mi caso.  Lo entiendo.  En esos momentos uno busca algo con lo que compararse para intentar hacer una mínima predicción de futuro en busca de un ejemplo que les demuestre cómo van a ser las cosas a partir de ahora.

En estos casos, quisiera poder transmitir ideas positivas, ideas que conviertan el trauma en algo más llevadero, más humano, más fácil.  Pero también quiero ser realista, esto no es un camino de rosas pero tampoco de espinas, es algo que nunca termina y va desde la primera (o única) operación hasta el día en que te das cuenta de que no lo puedes olvidar y simplemente aceptas el cambio.

Así quisiera yo que se definiera este trauma.  Un trauma con un final constructivo, ni feliz ni infeliz.  Una etapa de la vida que te dirige en un sentido nuevo hacia un gran cambio que a veces (y sólo a veces) sólo puede percibir uno mismo.

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