Los tejados de Dubrovnik
Y luego me quejo de que se me va el mayo cuando lo cierto es que me lo he comido a medias con Bonito que me acompañó a callejear por esta ínfima ciudad mediterránea que, hoy en paz, acaba de sobrevivir a una de las peores guerras del siglo pasado que se extendió incluso a principios de este.
Esta es la manera de conocer Dubrovnik. Subir y bajar las escaleras salpicadas de faroles que hacen la veces de carteles y callejear sus callejones salpicados de plazas grandes y pequeñas atesorando rincones que invitan a detenerse y escuchar.
Y luego el atardecer. De esos de disfrutar en la calle y sobre ella. Respirar aire marino. Observar las aves contrastar sobre los azules de mar y cielo. Dejarse seducir por los tejados naranjas coquetos como nadie...
Lo mejor de Dubrovnic: sus tejados naranjas en perfecta combinación con el azul del planeta.
Comentarios
SILVIA, siempre se puede volver... a todas partes. Incluso con el pensamiento.
Besicos para ambas, que os lo habéis ganado.