Confesión navideña
Recuerdo la navidad allá en Venezuela. Todo empezaba ya en noviembre con los
concursos de gaitas y seguía con la tradicional reunión familiar para preparar
y congelar las hallacas que se consumen durante las fiestas. Todo es alegría y sentimiento. Las familias se reúnen y recuerdan con cariño
a quienes no están. Se hacen regalos si
se puede y si no, pues a bailar unas gaitas, un merengue, una cumbia o lo que
haga falta. Pero con alegría,
aprovechando los días de fiesta y el espíritu ya no religioso sino simplemente
festivo que impregna ciudades y pueblos.
Y ahora regreso a la realidad. La niebla se aposenta sobre mi minúscula
ciudad y los ánimos se destemplan casi como en un extraño ritual en que todos
tengan motivos para despreciar la Navidad, con mil excusas diferentes: unos
porque echan de menos a alguien, otros porque no se llevan bien con su familia,
algunos que reniegan de la religión… La cuestión es que la tele, la calle y el
ambiente son navideños, pero el discurso de la mayoría es pesimista y
negativo. Como si odiar la navidad fuera
molón como dejarse la barba o beber gin-tonic con verduras. Y no puedo evitar pensar que se pueda tratar
de una cuestión cultural en un país en el que nadie vota al PP pero siempre
gana, en el que el que más puteado está y más se queja de su trabajo es quien
mola y en el que la crítica destructiva es deporte nacional.
Así que este año he decidido confesar que a mí me gusta la
navidad. Me gusta el frío en la calle
iluminada por lucecitas de colores, me gusta el ajetreo y escuchar la eterna
“last christmas” de Wham! En las tiendas y en los bares. Me encanta salir a cenar con mis compañeros
de trabajo y bailar con ellos hasta las tantas para luego reírnos los unos de
los otros al lunes siguiente. Disfruto
las nuevas tradiciones como el vermú de nochebuena con mis hermanos y mis
amigas. No me importa aburrirme en la
cena de nochebuena porque estoy con gente que me quiere y que siempre está allí
y estará incluso cuando no esté. No
puedo esperar a que llegue la comida del día de navidad que se ha convertido en
mi día favorito del año. Me ilusiono
pensando en la cena de nochevieja con amigos, en la mesa engalanada, las uvas y
el champán. Y cada vez me gustan más las
mañanas de Reyes con Bonito del Norte, solos los dos vagueando por la casa y
planeando el año recién estrenado.
Queridos internautas que aún tenéis el valor de leerme a
pesar de mis ausencias, os deseo una muy ¡FELIZ NAVIDAD! Que mañana y pasado sepamos
disfrutar de lo que tenemos por poco que sea.
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