Perfección Psicológica
Un día, aburrida, entré en un
quiosco de prensa en busca de lectura fácil.
Repasé las revistas de moda y cotilleo, luego le di un vistazo a las de
viajes, luego a las científicas y finalmente me encontré con un rincón mágico:
el de las revistas de psicología. Se me
torció el cuello casi con el mismo gesto que hago cuando pasa un tío bueno y me
le quedo mirando el trasero, ese giro con expresión de extrañeza, como si eso
no pudiera ser real pero aun así me interesa.
No negaré que más de una vez he invertido alguna moneda en uno de esos
ejemplares, pero el otro día era diferente, de repente me había encontrado con
un extraño oasis lleno de diferentes especies de palmeras, todas daban dátiles
pero cada dátil de un color diferente. Y
empecé a pensar.
¿Realmente existe semejante
mercado?. A la vista está que sí y si
nos asomamos a una biblioteca o una librería, nos encontraremos con un rincón
más amplio todavía sembrado de una variedad infinita de consejos, estudios,
ensayos, análisis e incluso relatos cargados de positivismo y zen. Semejante oferta no puede responder a otra
cosa que no sea una febril demanda y se me ocurre que tal barbaridad de
necesidad como para que un libro de autoayuda se convierta en “best-seller”
mundial puede deberse a la búsqueda de la perfección psicológica.
¿Existe la perfección
psicológica? Espero que no. Una vez me
dijeron que tal búsqueda podía ser incluso contraproducente y me lo creo. Hoy en día considero que ni es bueno pasar
por la vida como si nada, como en un encefalograma plano ni tampoco que nuestra
gráfica emocional sea una fotocopia del “Dragoncan” ese. Porque no se puede vivir controlando la ira,
ni positivizando todo, ni cazando pensamientos… digo yo que también se tendrá
uno que enfadar de vez en cuando y digo yo que hay días malos y grises que son
los que nos dejan distinguir los días buenos y coloridos. Es más, ¿por qué no puede un día gris ser un
buen día?.
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