Adrenalina
Mucho he hablado yo sobre esas sensaciones gratificantes que
me provee el ascenso de montañas. En el
mundo del montañismo existen diferentes variantes y formas de visitar y
disfrutar del entorno. Es como si uno
observara el medio y se preguntara continuamente la manera de acceder a él, por
inexpugnable que parezcan ya sea caminando, trepando, rapelando, destrepando,
saltando o dejándose caer.
Creo que así empezó todo, como cuando yo misma era cría y
desde la ventana del coche de mis padres miraba hacia el cerro Ávila (Caracas,
Venezuela) y me preguntaba cómo llegar “allá arriba” para ver la ciudad desde
las alturas, supongo que los primeros exploradores simplemente se iban
preguntando ¿qué habrá allí?.
Hoy en día, todo está explotado. Uno ve una pared caliza y se pregunta si
alguien habrá trepado por allí cuando de repente aprecia el brillo del metal de
un anclaje, lo mismo que al encontrarse una bonita poza cristalina con cascada
se pregunta cuánto medirá el rapel cuando vislumbra un cordino abandonado u
otro brillo de anclaje de la reunión.
Había dejado yo hace tiempo mis herramientas de exploración
tales como mosquetones, arneses, descensores, etc un tanto abandonados. Sin embargo, últimamente, tengo unos
diablillos rondadores que no hacen más que provocarme y mucho me temo que lo
van a conseguir. No sé dónde
exactamente, ni cuándo, pero desenfundaré las herramientas pronto y esta vez no
es cuestión de exploración y curiosidad, que también. Esta vez la cosa es más cuestión de
sensaciones… en especial esa sensación que cierra la boca del estómago y seca
la garganta: la adrenalina que corre disparada y divertida durante una
actividad de riesgo controlado.
Comentarios
Hala, moza, bienvenida.
Nos vemos en el monte.