¿POR QUÉ NO ARRIESGAR?
El síndrome de la soltería aguda se va extendiendo cada vez más por esta nuestra generación de nacidos en los años 70’s. Lo voy comprobando.
Y no me queda más que pensar en el miedo. Sumidos todavía y a pesar de la crisis (que por cierto, sigo sin entender) en la sociedad del bienestar y el consumo, seguimos siendo una generación sumida en el terror al dolor.
Dolor porque hoy en día ya no buscamos lo que buscaban nuestros padres y quizá lo que buscamos sea nada más y nada menos que una utopía. Cuando aquello con lo que soñamos es tan incontrolable y etéreo como el amor, sufrimos las decepciones más grandes y profundas. Aquellas que surten del desconcierto ante aquello que no podemos controlar, que no depende de nosotros y que por lo tanto hiere en lo más profundo del ser.
De aquí que todos los que en algún momento de nuestras vidas (la mayoría de los solteros de esa generación sementera) hemos sufrido alguna decepción traumática, hayamos convertido ese trauma en una constante fija en la ecuación de nuestra fórmula de búsqueda del amor y así nos convertimos en entes asustados que de puro miedo no tenemos la capacidad de arriesgar un mínimo de nuestro sentir.
Y no me queda más que pensar en el miedo. Sumidos todavía y a pesar de la crisis (que por cierto, sigo sin entender) en la sociedad del bienestar y el consumo, seguimos siendo una generación sumida en el terror al dolor.
Dolor porque hoy en día ya no buscamos lo que buscaban nuestros padres y quizá lo que buscamos sea nada más y nada menos que una utopía. Cuando aquello con lo que soñamos es tan incontrolable y etéreo como el amor, sufrimos las decepciones más grandes y profundas. Aquellas que surten del desconcierto ante aquello que no podemos controlar, que no depende de nosotros y que por lo tanto hiere en lo más profundo del ser.
De aquí que todos los que en algún momento de nuestras vidas (la mayoría de los solteros de esa generación sementera) hemos sufrido alguna decepción traumática, hayamos convertido ese trauma en una constante fija en la ecuación de nuestra fórmula de búsqueda del amor y así nos convertimos en entes asustados que de puro miedo no tenemos la capacidad de arriesgar un mínimo de nuestro sentir.
Ayer, divagando sobre el tema con un amigo, se me ocurrió que quizá lo que ocurre es que a estas edades ya no queremos probar suerte como hacíamos antaño, cuando teníamos toda la vida por delante y daba igual pasarte unos cuantos años con alguien para finalmente darte cuenta de que no ibas a ninguna parte. Ahora queremos estar seguros de que esa persona en la que vamos a aposentar nuestra confianza y sentimientos es la correcta y definitiva. Gran error. Porque hace falta tiempo y vivencias para conocer a una persona y porque es necesario arriesgar para ganar.
Comentarios
Un saludo señorita reflexiva
PD: sí que hay una película, "8 miles high", con la susodicha actriz (brrr..), pero de momento sólo la he bajado de La Mula.
AI
Saludos.