UNA COMPOSICIÓN FELIZ

Me gusta llevarle la contraria a nuestro compañero bloguero Sr. Pez Martillo y así, para hoy, le he dado un par de vueltas a su última entrada sobre la felicidad.

Solemos pensar que la felicidad son momentos que pasan y es una pena porque la felicidad, queridos internautas, es menos difícil y etérea de lo que nos creemos. La felicidad es más real y racional de lo que nuestro humano romanticismo nos hace creer.

Me sitúo sobre el ejemplo del amigo Pez y desde allí iré retrocediendo: Un momento muy feliz sería una reunión con amigos, en un hermoso y cálido lugar acompañados de buen vino y buena comida pero… ¿cómo han llegado todos hasta allí? Bien habrán necesitado un medio de transporte (a no ser que vivan directamente en el lugar), también habrán necesitado algo de solvencia económica (si no todos, alguno de ellos) para adquirir los manjares y por supuesto, ganas de hacerlo y humor para compartirlo.

Así pues, ese instante feliz ha necesitado una serie de componentes que le han dado forma y lo han hecho posible. Entonces, ¿la felicidad es sólo ese momento o también lo es el conjunto de cosas que nos hacen llegar hasta él?.

En mi opinión, la felicidad es el todo, el conjunto completo de lo que hacemos. Pensar que mi trabajo (aunque no me guste del todo) me sirve para conseguir aquello que con mi sueldo me pueda permitir. Pensar que mi sufrimiento forma parte de mi propia vida y felicidad porque si no sufriera no reconocería mi propia alegría y viceversa. Así que incluso los momentos más bajos son una parte componente de la propia felicidad.

No es difícil que erremos al buscar una definición concreta sobre la felicidad porque tenemos tendencia a apartarla de nosotros mismos como si se tratara de un sentimiento sobre el que no tenemos control. Pensamos que la felicidad ha de estar compuesta sólo por el resultado final de algo que nos proporcione placer y eso es más bien hedonismo (lo cual también está muy bien, por cierto, pero de vez en cuando).

Quizá los sufrimientos serían menos si nos hiciéramos conscientes de que son parte de la composición total de nuestra vida, de la propia felicidad. Y también, a lo mejor, si contáramos con todos los factores que nos han llevado al desarrollo de un “momento feliz” disfrutaríamos aún más de éste.

En resumen, la felicidad no deja de ser una composición: la que nosotros mismos elaboramos a través del filtro de nuestros pensamientos.

Palabra de pensadora.

Comentarios

El Pez Martillo ha dicho que…
Los preparativos de algo no forman parte de ese algo en sentido estricto. Un partido de fútbol son los 90 minutos de juego, no los entrenamientos. Es más, tiendo a creer que hay cosas que son mejores cuando son inesperadas, cuando simplemente ocurren. Tal vez por eso los sufrimientos los vivimos con gran intensidad (casi con más que los momentos felices, que son como más serenos), porque no son esperados (nadie prepara un sufrimiento, aunque es cierto que a veces los vemos venir, y entonces ya nos parapetamos).

Al escribir la entrada, como casi siempre, hablaba por mí, y mis momentos de plenitud han sido casi siempre en situaciones de ese tipo (más por la compañía que por el satisfacer la gula, aunque es obvio que alrededor de una mesa es cuando más relajados estamos).

En fin, que la felicidad no es uno de mis temas, soy más de vivir lo que venga y vivirlo con intensidad (alegrías o penas) sin hacer demasiados cálculos.

Saludos mediterráneos.

PD: de su disgusto por Revolver ya hablamos otro día, jejej.
PENSADORA ha dicho que…
Nada Pez, que lo de la felicidad no es lo suyo, no. No se puede ser perfecto! jejeje.

Dele besos a ese mediterráneo... ¡que le tengo unas ganas! En fin, tiempo al tiempo.

Besitos pues!

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