DEMASIADO PRONTO PARA ANOCHECER


Lo que menos me gusta del otoño son sus anocheceres, que no sus amaneceres ni atardeceres llenos de esa luz misteriosa, como envejecida, color fucsia y lila para el cielo, vainilla para el paisaje.

A las cinco y media de la tarde cae la luz y la ciudad se ensombrece y enfría. Como amenazando con el frío que nos espera a la vuelta de la esquina, como queriendo dejar claro que aunque ya encendamos la calefacción, dentro de poco será peor.

Empieza la decadencia, ya no apetece nada y hay que sacar toda la voluntad para algo. Anochece demasiado pronto y sin sol, la vida se ralentiza.

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