Según tengo entendido, la asertividad es una técnica de comunicación mediante la cual un sujeto es capaz de defender sus derechos sin perjuicio del interlocutor. Ser asertivo o comunicarse de una manera asertiva significa saber situarse en el punto medio: ni agresivo, ni pasivo sino todo lo contrario. Según reza nuestra sin par wikipedia: “Es una forma de expresión consciente, congruente, clara, directa y equilibrada, cuya finalidad es comunicar nuestras ideas y sentimientos o defender nuestros legítimos derechos sin la intención de herir o perjudicar, actuando desde un estado interior de autoconfianza, en lugar de la emocionalidad limitante típica de la ansiedad, la culpa o la rabia.” La ventaja de la asertividad radica en defender los propios derechos de una manera tal que aunque no consigamos el objetivo principal, nos quedemos con la idea o sensación de haber actuado en propio beneficio sin perjudicar al contrario. Cosa de autoestima. La gran desventaja de la asertividad es que n...
Enciendo el ordenador, abro el navegador y además de las típicas estupideces sobre vidas de mentira y culebrones políticos, me encuentro tres o cuatro anuncios y titulares sobre el cuidado de la salud mental. ¡Eureka! Tenemos una nueva moda y podemos entretener a la burguesía. En ningún caso diré que no sea importante. Lo es. Mucho. Pero precisamente por lo importante que es y por lo que desde mi condición de persona afectada me importa, os diré que me repatea que ahora vayamos a banalizar como hemos hecho con tantas otras cosas. Las influencers ya no sólo nos enseñan moda, decoración y deporte. Ahora son expertas psicólogas armadas de positivismo barato e irreal que añade un inalcanzable más para quienes no sean capaces de delimitar lo serio de lo banal. Los telediarios se han apoderado de una realidad que siempre ha estado allí y que están aprovechando para alinearse con lo que nos quieren vender. Sí diré que agradezco que se visibilice una cuestió...
Primero estaba en estado de shock y ahora, en poco tiempo, me veo en la siguiente fase. La más difícil pero también la más sana. Cuando no eres tú quien toma la decisión, inmediatamente te posicionas en la situación de incredulidad: ¿Cómo es posible que alguien que antes de ayer me decía que me quería, me retire ahora todo su afecto? ¿Qué he hecho yo para esto? ¿Qué es lo que no le gusta de mí que le ha hecho llegar a la conclusión de que ya no me aguanta?. “No puede ser, volverá y me pedirá perdón. ¿O no?”. Normalmente ese tipo de preguntas se quedan sin respuesta y solamente podemos respondernos a nosotros mismos qué es lo que deseamos. ¿Qué deseo que ocurra a partir de ahora para mí, para mi propio beneficio?. Responderse a uno mismo duele y llega la culpabilidad. Es el momento de quitarse la venda de los ojos y admitir la realidad. De no culpar al otro pues es imposible entender con objetividad lo que le ocurre o piensa y mucho menos culparse a uno mismo porque a poco maduro que se...
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Y cuántas cosas por dentro, joé...
Besicos!